Alguien decidió regalar 500 toneladas de patatas al primero que llegase. Resultado: un peregrinaje de necesitados y pillos

Alguien decidió regalar 500 toneladas de patatas al primero que llegase. Resultado: un peregrinaje de necesitados y pillos

Gigny-Bussy es una pequeña comuna del departamento de Marne, Francia. Habitualmente la gente que acude allí lo hace de paso o para disfrutar de sus paisajes y arquitectura de madera. A lo largo de las últimas semanas su principal reclamo ha sido sin embargo otro bien distinto: una enorme gigantesca montaña formada por más de 500 toneladas de patatas apiladas en mitad de un campo.

Su agricultor no logró encontrarles hueco en el mercado, así que hizo de tripas corazón y tomó una decisión peculiar: regalarlas entre sus convecinos.

¿Qué ha pasado? Que Gigny-Bussy, una comuna que no llega a los 300 habitantes, está acaparando titulares por un motivo curioso: una montaña de patatas a disposición de quien quiera acercarse con bolsas, sacos, coches o incluso camionetas para llevárselas gratis. El diario francés L´Union, uno de los primeros en dar la noticia, calcula que puede haber más de 500 toneladas de tubérculos apiladas cerca de la D396, una carretera que atraviesa hectáreas de cultivos.

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¿Y qué hacen ahí? Si no es habitual encontrarse con una montaña de patatas apiladas en el campo, al aire libre, menos frecuente es aún que esa gigantesca pila esté a disposición de quien quiera llevarse los tubérculos a casa. Si ha ocurrido en Gigny-Bussy (Marne) es básicamente gracias a un agricultor local que, al no lograr vender parte de su cosecha y para evitar que el género acabase pudriéndose bajo el sol del verano, decidió montar el mayor buffet libre de patatas del mundo.

Del agricultor en cuestión no se sabe gran cosa. Solo que es de Aube, dispone de tierras en Marne y se ha encontrado con el dilema de qué hacer con los cientos de toneladas de patatas de la pasada cosecha que no ha conseguido vender.

Mantener la mercancía en el almacén le cuesta dinero y la perspectiva de dejar que se pudra tampoco le convencía, así que, teniendo en cuenta que los tubérculos son comestibles, decidió apilarlos cerca de un camino para que pueda recogerlos quien los necesite. Si sobra algo, se esparcirá por los campos, a modo de abono.

¿Cómo respondió la gente? La noticia saltó a finales de julio y el surtido libre de patatas estuvo disponible durante varios, suficiente para que en Gigny-Bussy se juntase toda clase de gente. Hubo quien acudió para llenar un par de bolsas, quien se marchó con el maletero del coche a rebosar de tubérculos incluso, desliza L´Union, quien vio una oportunidad de negocio de ética más que dudosa.

«Quienes vinieron antes que nosotros dijeron que revendían lo que se llevaban a 15 euros los 20 kg. Y vinieron varias veces esta semana», explica al diario una vecina de la zona que aseguraba recoger patata únicamente para autoconsumo.

¿Hay más testimonios? Sí. Y no todos van en esa línea. Christophe, un hombre de 68 años que pasaba por la zona en coche acompañado de su familia, cuenta que le llamó la atención la cantidad de gente que había en el campo, así que decidió acercarse. «Vimos un montón de coches alrededor de un montón de patatas y pensamos: ‘¿Por qué no podemos aprovecharnos nosotros también'». Dicho y hecho. Poco después llenaba su maletero junto a su mujer, hija y nietos.

«Las patatas no son baratas. Así que cuando puedes conseguirlas gratis no debes privarte», confiesa. No es el único que piensa así. Dylan, un treintañero de Saint-Dizier, explica que hace unos años ya se hizo con un lote de 600 kg que almacenó cuidadosamente en la bodega de su casa entre paja. «Se conserva bien, pero ya no me queda nada. Así que cuando me enteré de que aquí había, vine a servirme».

¿Es un caso único? No. Christine, otra vecina que se abasteció en Gigny Bussy, explica que días antes ya había recogido patatas en Sapignicourt en circunstancias parecidas. «Es fantástico porque ayuda a evitar el desperdicio y permite que todos se beneficie», celebra. Hace solo unos días France Info relataba por ejemplo el caso de un agricultor de La Gorgue que se encontró con que McCain rechazó parte de su cosecha porque, en su opinión, no se ajustaba a sus estándares de calidad.

Ante las perspectiva de almacenar el género sobrante en sus almacenes hasta que acabase deteriorándose, el agricultor tomó una decisión peculiar: ofreció cerca de 50 toneladas de tubérculo a quienes quisieran llevárselo a casa. El único requisito era pagar antes una ‘entrada’ simbólica de diez euros que da derecho a recoger la cantidad de patatas que se quiera. «Es una gran iniciativa para los vecinos. Al margen de que sea triste para él, es un gesto bonito», confiesa un residente.

Imágenes | Olivier Bacquet (Flickr) y Google Maps

Vía | Directo al Paladar

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La noticia

Alguien decidió regalar 500 toneladas de patatas al primero que llegase. Resultado: un peregrinaje de necesitados y pillos

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Xataka

por
Carlos Prego

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